Morir para vivir

Es el declive de la naturaleza. El ocaso de la vida. Periodo propicio para depresiones. El día da paso con prontitud a la noche, y la noche es oscuridad. Desata ésta un miedo atávico ante la falta de luz, de visión y por tanto, ante lo desconocido. Nos envuelve el otoño.

Pero en la sabiduría excelsa de la naturaleza la muerte antecede a la vida. Y no por antiguo deja de ser eficaz el barbecho. Incluso recomendable la quema de los restos. Tierra quemada. El fuego purifica. Elimina las malas hierbas y nos libra de ellas. Drástico. Natural.

No somos tan diferentes por el hecho de poder autotransportarnos de un lugar a otro. Se impone seguir a la naturaleza y seguir políticas de tierra quemada. El pasado a la hoguera. Eso significa que jamás, nunca, salvo con la maquina del tiempo, podremos ver nuestro jardín como estaba.

Pero tampoco se trata de tirar por la borda todas las experiencias vividas. Las cenizas de los campos quemados son el primer regalo de la nueva vida. Los campos esperan nuestro abono, eliminemos de una vez todo vestigio de la temporada anterior, se hace imprescindible el empleo del fuego. Tabla rasa total, también aquel rosal que aguanto los crudos inviernos pasados, todo. Y aprovechemos las cenizas, no dejan de ser experiencias, cambió su estado físico pero ahí están, para enriquecer el abono que prepara la bienvenida a nuestro nuevo jardín. Nuevo, desconocido, y por ende miedo. Pero la naturaleza es sabia. La yerba volverá a brotar, con más fuerza si fue abonada. La muerte invierte en vida.

Contagios de temporada

Estamos en la época de los contagios. Apenas empiezan los primeros fríos y van apareciendo los inequívocos síntomas: bufandas o pañuelos que cubren magulladas gargantas, aquella rebequita que llevo algo de frío, y como no , el contagio. Nada serio pero te lo pasan y lo pasas.
Dice un amigo mío que hay algo que supera todo en lo que a contagios se refiere. Es el top del ranking. También actúa de forma suave, y sin darte cuenta, zas!, ya lo has pillado. A veces resulta tan sutil que ni nos damos cuenta que lo llevamos, resultando crónico por mal curado. Así, sin duda, no hay contagio más pertinaz que el gafe. O eso asegura mi amigo sin haberse encomendado a Hipócrates.

Esta es la mala gripe que nos ha pillado a todos. Europa con el foulard anudado al cuello y España con chaqueta y calcetines de lana. Y mientras en el dispensario, esto es, los medios de comunicación, más madera.
Y claro el remedio, nos lo decía nuestra abuela, nos lo dice a modo de despedida siempre nuestro médico: has de hacer bondad, cuídate. Que simple. Que difícil. La semana pasada en uno de esos interminables ejercicios de zapping maratonianos que brinda la televisión digital encontré un noticiario que me supo a chino. Daban noticia sobre el éxito de un emprendedor. Carayo que me muera, que no bastante con una se atrevieron con otra noticia sobre éxito empresarial y creación de empleo.

Que importante resulta la labor de los editores en los tiempos que corren. Pequeñas cápsulas de esperanza contra el gafe de la negatividad. Cuídate de lo que lees, lo que oyes y lo que ves, y notarás la mejoría, aseguraba mi amigo. Y si te lo han pegado…no lo pases, cómetelo. Cuídate.