La solución es Federal


Interesante encuentro ayer en El Cercle d’Economía," La solución es Federal". Brillante el primero, en contenido, y en continente, pero..." el estado autonómico es un poquito de federal". Gran discurso enriquecido con innumerables citas. Quizás se le olvido “aquella que diu” no se puede estar un poquito… embarazada, verdad?. Histriónico de principio a fin, fue la salsa de los caracoles. Se agradece.
Ante ciertas carencias protocolarias el Alcalde tomo el mando, que para eso es tal, se notaban empujones de amagatotis, no es la silla es la idea.
Y por fin el esperado. Por algunos el deseado. Con el listón de la oratoria por las nubes, (a quién se le ocurre semejante telonero para tal artista), da comienzo a la faena con sueltos capotazos de tanteo. En todo momento intento centrar el toro con recursos clásicos, hoy ya no gustan, no sorprenden. Atacar al contrincante ya aburre pero sobre todo, no aporta soluciones.  Hasta que cambio el tercio. Entonces saco el toreo hondo, se volcó desde dentro, mostro La Verdad. Le falto convicción, esa falta de fe del que teniendo muy claro donde quiere ir, no tiene tan claro el camino. Aun así fue firme en su creencia y querencia. Faena deslucida pero noble. Siempre con los pies muy bien plantados en el albero.
Al final las orejas se las pudieron llevar desde la barrera. Con gran esfuerzo de vocalización para poder ser entendido desde el tendido. Faena impecable: fijó al toro, lo calmó y lo hizo pasar por donde quiso, para dejarlo listo para la suerte final. Hubo ovación. Fue Alcalde.
En resumen una estupenda velada, herida de ausencias, pero con la concurrencia de los que quieren y deben tirar adelante esto. Trabajo queda. Es una carrera de orientación y el cronometro es implacable. Hay ganas, solución?. Menos odio y más amor parecen indicar el rumbo. La solución es Federal?, la solución es una palabra que no se oyó en toda la noche: España.

Recursos y Humanos (Versión para SKILL & MIND)

Pasaban algunos minutos de las nueve de la noche cuando Andrés me llamaba para contestar mi mensaje. Acababa de salir del despacho del jefe supremo; Disculpa camarada acabo de salir del despacho de Emmanuel y no podía atender tu llamada, me decía en un tono que discurría entre la disculpa y la explicación. Eran las nueve de la noche y todavía le quedaban sesenta kilómetros desde la fábrica a su casa. Y otros tantos minutos más o menos para poder atender a nuestra cita antes de volver a desaparecer en un viaje de semanas.

Andrés era un alto ejecutivo de una multinacional española, aun así tremendamente pueblerina en su más peyorativo y denostado significado. Porque la empresa estaba en manos de su propietario mayoritario. Un hombre anclado en el pasado capaz de desaprovechar todas las oportunidades que ofrece el viajar. De los que entienden que recibir un salario, supone carta blanca sobre la vida del prójimo, como si el sueldo no fuera tal, sino el precio de una compraventa. De la venta de un alma al diablo.
Como Dios los crea y ellos se juntan, el director del área de recursos humanos, un tal Roman Carruana, le iba a la zaga en cuanto a procedencia rural. También aquí uso el término rural, no precisamente, en el onírico ideal de vida que muchos tenemos sobre lo maravilloso que resulta vivir en el campo, sino más bien en su lejanía de los núcleos de población. En su desconocimiento o incluso desprecio hacia quien los habita. Las personas. Diríase que son prototipos de individuos más acostumbrados a tratar con animales. Y de los llamados de carga, antes que de los llamados de compañía. Estos últimos, que también los tienen, suelen estar atados a cadenas en el patio, fuera de la vivienda. Porque tienen de todo. Es más, entre el ser o tener, siempre prefieren tener y en el caso de ser, El Amo.
El caso es que la ínclita compañía, a pesar de disponer de múltiples ramificaciones entre el sector público, y estar bien posicionada en numerosos países de varios continentes sufría un constante goteo de personal. El departamento de recursos humanos siempre andaba desbordado de trabajo. En búsqueda constante de nuevo personal. Intentando tapar así, esas goteras por donde se perdía el talento. Poco a poco, pero de forma constante.
Resultaba curioso que una empresa dedicada al cuidado del medio ambiente, reprodujera tan fielmente el ciclo natural del agua en su tratamiento de los recursos humanos. El calor de la acogida imitaba al poder del sol sobre los mares. El nuevo trabajador experimentaba una sutil pero constante elevación hasta situarse sobre el resto de mortales, estaba, se creía, en el cielo. Como con la evaporación del agua, también lo hacia su esencia, como humano. Ya era una nube. A partir de ahí, dependía de los vientos. A pesar de no disponer del gobierno sobre el propio rumbo, los dulces y cálidos alisios del inicio le permitían viajar y ver mundo. Pero el propio ciclo te arrastra hasta la costa, donde de manera inevitable tarde o temprano, aparece un obstáculo.
Entonces, no importa el tamaño de la montaña. Ni del problema. No decide la nube, sino el viento. Aflojar en su intensidad para que todo fluya y se supere el obstáculo. O mantener la fuerza pretendiendo quizás tumbar la montaña, ¿con una nube?. En cualquier caso, hace tiempo que el individuo dejo de controlar su destino. Hace tiempo que está en manos de los caprichos del viento. En cuanto la presión llegue a un punto, se precipitara como gotas de lluvia, o de talento. Debiendo iniciarse de nuevo el ciclo. Que trabajo más fértil para la tierra, que trabajo más estéril para los recursos humanos.
Una vez hubo llegado Andrés a nuestra cita, buscamos un 24 horas para cenar algún sandwich y poder charlar, pues hacía tiempo que no coincidíamos debido a nuestros constantes viajes.
 –¿Qué tal tu por Miami?- me espetó solo sentarnos.
- ¡No te lo vas a creer!- contesté claramente emocionado. Coincidí en un vuelo interno con un abuelete genial. Volvía a casa después de dar una conferencia en Boston, donde le esperaba su mujer en aquel paraíso que supone Florida para los jubilados. Yo le explique que acudía a una cita de negocios y que apenas pasaría unas horas en el condado de Dade antes de dar el salto del charco.
Me estuvo contando algunas batallitas, era un tipo muy interesante. Había estado muchos años como mano derecha de Lee Iacocca, el gran referente del Management de finales del siglo pasado. Historia viva. Y ante mi verborrea sobre temas de mi trabajo me soltó una de buena.
 
Resulta que a mediados de los setenta, debían iniciar un importante proyecto con un presupuesto cuyas cifras podrían, digamos, llegar a marear. Iacocca le llamo a su despacho, como solía hacer siempre que necesitaba “otros puntos de vista”, para decidir qué persona debía hacerse cargo de dicho proyecto.
Al final, me contó, llegaron a una conclusión. Debido a la importancia del proyecto para la compañía, y a la elevada cuantía del presupuesto, el elegido debía ser alguien de dentro. Algún directivo que conociera bien la empresa. Así que decidieron hacerlo público entre el staff de más alto rango a nivel nacional.
Ese mismo viernes, al acabar la convención en la que se había anunciado la vacante, John Fitzgerald , uno de los jóvenes talentos de la compañía, solicitó verse con el mismísimo presidente. Así que allí estaban el abuelete, que entonces todavía era un maduro directivo, y Iacocca, dispuestos a recibir a uno de los que, curiosa casualidad, era de los tres preelegidos para la terna final.
Fitzgerald fue al grano de entrada. Se postulaba como la mejor opción para ese cargo. La sonrisa de Iacocca y el abuelete (que entonces todavía no lo era) por haber tenido buen ojo en la previsible terna, dio alas al discurso de Fitzgerald. Expuso con meridiana claridad, todos sucesivos éxitos que habían reafirmado toda su ascensión en la empresa a lo largo de 14 años. Realmente era un tipo con mucho talento, y energía suficiente para llevar a cabo cualquier proyecto. Cerró su exposición remarcando su implicación con la empresa. Y como prueba de su dedicación, explicó, en los últimos cuatro años solo había podido coger un par de semanas de vacaciones, muestra irrefutable de su compromiso con los objetivos de la compañía.
El aterrizaje, un tanto movidito por la climatología, había interrumpido definitivamente la anécdota. -¡Wayne!- Le llame, cuando lo ví unos metros delante en la cinta transportadora de la terminal. Tras cuatro horas y media de viaje y un aterrizaje que más pareció un amerizaje, ya nos podíamos tutear. -Bueno, estamos en tierra sanos y a salvo- le solté mientras él giraba levemente el torso para verme acercar.
 -Dime, ¿Cómo acabó la historia de Iacocca?-
-No lo aceptó- me cortó sin dejarme preguntar, más que con mi gesto de extrañeza.
 -Veras- continuó explicándome a la vez que arqueaba levemente una de sus blancas cejas -el lunes a primera hora, Lee me llamo a su despacho para que programará entrevistas con los otros dos de la terna. No podemos permitirnos el lujo- me dijo Lee, en un tono que no albergaba ninguna duda – en dejar semejante proyecto en manos de un hombre así.
 Alguién, sentenció muy despacio Lee, incapaz de organizarse para pasar al menos, dos semanas al año con su familia de vacaciones, nos dará, sin duda, problemas para gestionar tan importante cantidad de recursos, materiales y humanos.

 

Recursos y Humanos ( y III)


Una vez hubo llegado Andrés a nuestra cita, buscamos un 24 horas para cenar algún sandwich y poder charlar, pues hacía tiempo que no coincidíamos debido a nuestros constantes viajes.
 –¿Qué tal tu por Miami?- me espetó solo sentarnos.
- ¡No te lo vas a creer!- contesté claramente emocionado. Coincidí en un vuelo interno con un abuelete genial. Volvía a casa después de dar una conferencia en Boston, donde le esperaba su mujer en aquel paraíso que supone Florida para los jubilados. Yo le explique que acudía a una cita de negocios y que apenas pasaría unas horas en el condado de Dade antes de dar el salto del charco.
Me estuvo contando algunas batallitas, era un tipo muy interesante. Había estado muchos años como mano derecha de Lee Iacocca, el gran referente del Management de finales del siglo pasado. Historia viva. Y ante mi verborrea sobre temas de mi trabajo me soltó una de buena.
Resulta que a mediados de los ochenta, debían iniciar un importante proyecto con un presupuesto cuyas cifras podrían, digamos, llegar a marear. Iacocca le llamo a su despacho, como solía hacer siempre que necesitaba “otros puntos de vista”, para decidir qué persona debía hacerse cargo de dicho proyecto.
Al final, me contó, llegaron a una conclusión. Debido a la importancia del proyecto para la compañía, y a la elevada cuantía del presupuesto, el elegido debía ser alguien de dentro. Algún directivo que conociera bien la empresa. Así que decidieron hacerlo público entre el staff de más alto rango a nivel nacional.
Ese mismo viernes, al acabar la convención en la que se había anunciado la vacante, John Fitzgerald , uno de los jóvenes talentos de la compañía, solicitó verse con el mismísimo presidente. Así que allí estaban el abuelete, que entonces todavía era un maduro directivo, y Iacocca, dispuestos a recibir a uno de los que, curiosa casualidad, era de los tres preelegidos para la terna final.
Fitzgerald fue al grano de entrada. Se postulaba como la mejor opción para ese cargo. La sonrisa de Iacocca y el abuelete (que entonces todavía no lo era) por haber tenido buen ojo en la previsible terna, dio alas al discurso de Fitzgerald. Expuso con meridiana claridad, todos sucesivos éxitos que habían reafirmado toda su ascensión en la empresa a lo largo de 14 años. Realmente era un tipo con mucho talento, y energía suficiente para llevar a cabo cualquier proyecto. Cerró su exposición remarcando su implicación con la empresa. Y como prueba de su dedicación, explicó, en los últimos cuatro años solo había podido coger un par de semanas de vacaciones, muestra irrefutable de su compromiso con los objetivos de la compañía.
El aterrizaje, un tanto movidito por la climatología, había interrumpido definitivamente la anécdota. -¡Wayne!- Le llame, cuando lo ví unos metros delante en la cinta transportadora de la terminal. Tras cuatro horas y media de viaje y un aterrizaje que más pareció un amerizaje, ya nos podíamos tutear. -Bueno, estamos en tierra sanos y a salvo- le solté mientras él giraba levemente el torso para verme acercar.
 -Dime, ¿Cómo acabó la historia de Iacocca?-
-No lo aceptó- me cortó sin dejarme preguntar, más que con mi gesto de extrañeza.
 -Veras- continuó explicándome a la vez que arqueaba levemente una de sus blancas cejas -el lunes a primera hora, Lee me llamo a su despacho para que programará entrevistas con los otros dos de la terna. No podemos permitirnos el lujo- me dijo Lee, en un tono que no albergaba ninguna duda – en dejar semejante proyecto en manos de un hombre así.
 Alguién, sentenció muy despacio Lee, incapaz de organizarse para pasar al menos, dos semanas al año con su familia de vacaciones, nos dará, sin duda, problemas para gestionar tan importante cantidad de recursos, materiales y humanos.

Recursos y Humanos II


El caso es que la ínclita compañía, a pesar de disponer de múltiples ramificaciones entre el sector público, y estar bien posicionada en numerosos países de varios continentes sufría un constante goteo de personal. El departamento de recursos humanos siempre andaba desbordado de trabajo. En búsqueda constante de nuevo personal. Intentando tapar así, esas goteras por donde se perdía el talento. Poco a poco, pero de forma constante.
Resultaba curioso que una empresa dedicada al cuidado del medio ambiente, reprodujera tan fielmente el ciclo natural del agua en su tratamiento de los recursos humanos. El calor de la acogida imitaba al poder del sol sobre los mares. El nuevo trabajador experimentaba una sutil pero constante elevación hasta situarse sobre el resto de mortales, estaba, se creía, en el cielo. Como con la evaporación del agua, también lo hacia su esencia, como humano. Ya era una nube. A partir de ahí, dependía de los vientos. A pesar de no disponer del gobierno sobre el propio rumbo, los dulces y cálidos alisios del inicio le permitían viajar y ver mundo. Pero el propio ciclo te arrastra hasta la costa, donde de manera inevitable tarde o temprano, aparece un obstáculo.
Entonces, no importa el tamaño de la montaña. Ni del problema. No decide la nube, sino el viento. Aflojar en su intensidad para que todo fluya y se supere el obstáculo. O mantener la fuerza pretendiendo quizás tumbar la montaña, ¿con una nube?. En cualquier caso, hace tiempo que el individuo dejo de controlar su destino. Hace tiempo que está en manos de los caprichos del viento. En cuanto la presión llegue a un punto, se precipitara como gotas de lluvia, o de talento. Debiendo iniciarse de nuevo el ciclo. Que trabajo más fértil para la tierra, que trabajo más estéril para los recursos humanos.
(continuará...)

Recursos y Humanos


Pasaban algunos minutos de las nueve de la noche cuando Andrés me llamaba para contestar mi mensaje. Acababa de salir del despacho del jefe supremo; Disculpa camarada acabo de salir del despacho de Emmanuel y no podía atender tu llamada, me decía en un tono que discurría entre la disculpa y la explicación. Eran las nueve de la noche y todavía le quedaban sesenta kilómetros desde la fábrica a su casa. Y otros tantos minutos más o menos para poder atender a nuestra cita antes de volver a desaparecer en un viaje de semanas.
Andrés era un alto ejecutivo de una multinacional española, aun así tremendamente pueblerina en su más peyorativo y denostado significado. Porque la empresa estaba en manos de su propietario mayoritario. Un hombre anclado en el pasado capaz de desaprovechar todas las oportunidades que ofrece el viajar. De los que entienden que recibir un salario, supone carta blanca sobre la vida del prójimo, como si el sueldo no fuera tal, sino el precio de una compraventa. De la venta de un alma al diablo.
Como Dios los crea y ellos se juntan, el director del área de recursos humanos, un tal Roman Carruana, le iba a la zaga en cuanto a procedencia rural. También aquí uso el término rural, no precisamente, en el onírico ideal de vida que muchos tenemos sobre lo maravilloso que resulta vivir en el campo, sino más bien en su lejanía de los núcleos de población. En su desconocimiento o incluso desprecio hacia quien los habita. Las personas. Diríase que son prototipos de individuos más acostumbrados a tratar con animales. Y de los llamados de carga, antes que de los llamados de compañía. Estos últimos, que también los tienen, suelen estar atados a cadenas en el patio, fuera de la vivienda. Porque tienen de todo. Es más, entre el ser o tener, siempre prefieren tener y en el caso de ser, El Amo.
(continuará...)

El Kapital Social

Cuando se habla de mercado siempre salta el resorte izquierdo y se planta frente a  el capital, como tabú irracional. Pero realmente el mercado, tantas veces estigmatizado como árbitro del capitalismo, resulta ser por su propia naturaleza, de carácter social.

Entonces , de qué sirve agitar la calle y coartar libertades, de qué sirve legislar a golpe de ILP. Comprendo que existan personas que crean más en el estado que en la libertad personal, pero no lo comparto. 

Ayer fueron dos jubilados, podrían ser perfectamente mis padres , mis abuelos, pero. Ya está bien de que siempre exijamos la teta de mama estado para solucionar nuestros problemas. Respeto enormemente a mis amigos socialistas, pero, ya, está, bien. La teta se secó.

El tan denostado capitalismo dispone también de mecanismos de corrección social. Drástico, como el capital. Se llama, Mercado. Y además es un canto a la libertad. Porque la solución no está en una ILP sino en el Mercado. Sin coartar a nadie sino todo lo contrario, ejerciendo nuestra libertad.

Y eso es, lo que os  propongo. Ejerzamos nuestra libertad, sí, sentirla, es vuestra, la libertad individual. ¿Cómo?, muy sencillo, banco que desahucie banco al que se le retiran todas nuestras cuentas. Siente tu libertad.

Así que, queridos amigos, seamos libres, actuemos como tales. Os pido que iniciéis esta cadena y actuéis. Empezando por mis amigos que disponen de las cuentas más abultadas , ellos harán de punta de lanza pero detrás , todos, también mis amigos obreros y comunistas y de cualquier otro pelaje. No esperemos a que el estado nos limpie el culito. Qué piensas hacer tú por tu país planteaba JFK. La situación lo requiere, hagámoslo.



Irrespirable!

Es horrible la persecución a la que me veo sometido. No es paranoia aunque a veces sueño que despierto y que todo ha sido un sueño. Pero lo cierto es que encuentro de dudosa Justicia, así con mayúsculas, el trato que se dispensa a los fumadores en lo que pretende ser la sociedad del progreso. Se ha conseguido crear un clima mucho más asfixiante que el humo de un Perkins al coger una cuesta.

Porque las agresiones provienen de innumerables lugares y modos, en definitiva un ambiente, poco menos que cargado. Irrespirable.Así, deberían ponerse en contacto todos los sistemas de supervivencia, innatos a todo ser humano y que nos han permitido estar aquí desde el inicio de los tiempos. Pero tampoco hace falta indagar en la historia, en los tiempos de ahora la ignorancia sobre el pasado conlleva muchos de nuestros desastres, bastará con hacer un ejercicio simple de memoria. Absténganse los imberbes porque Su Historia es Ayer, con lo que deberán recurrir a eso que les da grima, leer alguno mas de ciento cuarenta caracteres.

Pero no hace tanto, se nos educaba en el buenismo y mejorismo, esto es, se trataba de llegar a ser básicamente una persona buena y a ser posible, la mejor. El caso es que llegado el momento de pasar de cachorro a adulto en nuestra especie nos inventamos mitos. Personajes, figuras a las que imitar. Y entre otros detalles, como que los hombres no lloran, lo que estaba claro es que un hombre, y ya no te digo de pelo en pecho, fuma!. Ya lo he dicho!, a pesar de correr el riesgo de ser detectado por algún software espía y acabar en el trullo.

Como sigo aquí, y todavía nadie me ha recriminado seguiré. Sí, si quieres ser un Hombre, Fuma!, Los Hombres fuman. Pero, ¿y las mujeres?. Para las mujeres fue algo más que un placer, como canta el cuplé. Para las mujeres significó una de las conquistas más relevantes de toda una época. Una Mujer, una mujer moderna, independiente, que no necesitaba la firma de un hombre para abrir una cuenta en un banco, esa, esa Mujer, fuma!. Ya no te digo, la Señora.