El hospital, los hospitales son
figura histórica del pirineo. Entiéndase por tal la figura etimológica que nada
o poco tiene que ver con los sanatorios, esto es, lugares donde abundan gentes
carentes de salud y sus correspondientes matasanos.
En el reino del Pirineo los
hospitales han desempeñado función principal a uno y otro lado de la frontera.
Gracias a ellos uno podía prepararse para el gran salto de la barrera pirenaica,
y al otro lado, recuperarse de la peripecia acometida.
Así el término Hospital hace
referencia a Hospitalidad, acogida en la inhóspita montaña, refugio de
tormentas, un caldo caliente, un fuego donde recuperar cuerpo y vestimenta. Un
lugar donde Morfeo nos acoja con cierta seguridad.
Todavía hoy podemos disfrutar de
esa cálida acogida y saltarnos las fronteras a la antigua usanza. El hospital
de los llanos en el Valle de Benasque, y el Hospice de France en la zona de
Bagneres de Luchon, nos permiten jugar a imaginar los personajes que lo
transitaron. Eso si no caemos en síndrome de Stendhal, ante la visión del
macizo de Aneto que nos ofrece un lado, o los encantadores lagos que aparecen a
nuestros pies en el otro.
Pero existe otro lugar cerca de
estos Hospitales que va haciendo ya historia en el Valle de Benasque. Igual que el citado hospital español, se
encuentra en uno de los pocos Llanos que permiten las escarpadas montañas de esa
parte del Pirineo. Los Llanos del Turpi.
Posada y fonda es el espíritu. Parada
para reponer fuerzas. Con la posibilidad de guardar noche en el espléndido
paraje. Aquí se está de paso, pero una vez pasado se vuelve. Y es cuando se
quiere guardar noche. Es ese espíritu antes referido, que eclipsa el
privilegiado paisaje y su entorno. Ese espíritu nace en el interior de la casa,
y rezuma Hospitalidad.
En el punto neurálgico de la casa
arde un fuego en invierno y en verano. Aun teniendo otro junto a su mirador, el
primero es incansable asando las mejores carnes del Valle. De sus cocinas salen
ricas viandas que saciaran los apetitos más pantagruélicos. De su balcón
vistas, que pueden empachar el alma.
Y todo tiene un comienzo. Una
moza del Valle que tiro para emprender. Y hoy es el fuego que hace arder ese Espíritu.
Ha sabido recoger, mantener, y transmitir el saber de generaciones cuidando de
los viajeros. Cuidar hasta sanar sin ser un sanatorio. Ocurre si la estancia se
prolonga unos días. La generosidad es dar, transmitir. El futuro se llama
Pablo, que ya apunta maneras, pero en estas tierras altas todo requiere su
tiempo. De hecho el tiempo es un concepto diferente, aunque lo que desde hace
siglos no cambia es la Hospitalidad. Y ese Espíritu habita en el Turpi.