Frente a mi una página en blanco, blanca como la nieve, blanca como las pastillas de Diazepan o sustituto, pónganle el nombre que el peor de los capitalismos quiera o pueda darle, por que no hay peor capitalismo que el que crece aprovechando las debilidades de la salud humana, la industria farmacéutica.
Digo blanca, blanca como los polvos que se alinean como las rayas de la carretera, una carretera que no lleva a ninguna parte, pero que la tomamos aun sabiéndolo. Como quien va en busca del amor aun sabiendo que no lo encontrara, en una puta de carretera, pero va. La nave va.
Quizás sea por querencia, divina querencia natural que lleva al morlaco junto a las tablas, por más que el maestro insista en llevarlo sobre la boca de riego para realizar una faena cumbre.
La gran faena de la vida. También el hombre tiende a chiqueros cuando se ve vencido. Han trasteado con él, le han dirigido, con temple o con prisa si la ocasión lo requiere, lo han roto. Pero vivo aún, su querencia se impone, y ahí, llegado el momento, el matador intentará aprovechar lo único que le queda al cornúpeto, su casta, su bravura.
Ese ultimo esfuerzo, arrebato genético, que le llevará por el camino equivocado para facilitar el volapié al burlador.
Quizás sea por querencia, divina querencia cervantina, que algunos utilizan la casta para empitonar de negro una página en blanco. Música maestro.
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