Se acabó la semana santa, periodo vacacional que cada vez tiene menos que ver con la Semana Santa. De igual forma que la Navidad pronto perderá, si no ha sido así ya, su mayúscula inicial.
Una vez más, y con la iglesia hemos topado, periodo de contrastes. Un día te zambullías en el mar y al otro te hundías en la nieve. Y mientras se discutía si lazos blancos sí o lazos blancos no, ZP le daba el cambiazo a la cúpula de todo. Gobierno, partido y parlamento. Una especie de juego, set y partido, si se permite el símil tenístico, y la pandilla colocada.
La guardia pretoriana, amiguetes incondicionales para afrontar lo que está por venir. Esperemos que ahora que se ha cubierto bien sus espaldas, se le ocurra protegernos a nosotros la retaguardia. Por favor, que no nos cubra por ahí, simplemente que nos ayude a protegernos, que ya estamos muchos mirando pa la meca sin tener aficiones islámicas.
Inicio de la temporada taurina, anunciaba carteles abonados al no hay billetes. Y donde fallaron los morlacos y descafeinaron un inicio de relumbron, apareció el Barça. De la carestía del volapie a la magia del bolapie azulgrana.
Semana santa, que no tiene nada de semana, salvo para los escolares, y poco de Santa, salvo para los incondicionales. Semana de contrastes, en el tiempo, en el lugar, en la profundidad.
Quizás por ello, los catalanes, que ya se sabe que somos diferentes, la alargamos un día más. Y se nos queda la cara, de Mona.
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