A veces da gusto

Los llevaba unos cuantos coches por delante. Eran cuatro todoterreno de los gordos, pintados en un tono mate. Al dar una curva me encontré de cara con un tiparaco de dos metros que venía a la carrera por el centro de la carretera  dirigiéndose hacia nosotros. Casi paré el coche cuando sin dejar de correr  me soltó amablemente “sigan adelante” .  Y vaya lo que tenía delante.
No se cómo ni cuándo les había dado tiempo a parar los cuatro todoterreno, dos en un carril y los otros formando un pasillo. Delante me encontré con otro armario, todos con chaleco y armas largas, este, la tenía en bandolera mientras sostenía  una cadena de clavos que mas parecía un instrumento diabólico de tortura que la línea lista para ser abierta y reventar toda rueda que la sobrepasase.
Entonces vi, que el que me había cruzado corriendo, y otro en sentido inverso, lo que hacían era ir colocando a la carrera unos conos en la calzada. No habían acabado de colocar las líneas de conos, y todo un grupo de guardias se habían desplegado en ambos carriles, cada uno en su posición, perfectamente cuadrados, parecían un equipo de futbol americano esperando las órdenes del quarterback.
Todo paso muy rápido pero había algo que me llamo la atención. A medida que nos acercábamos despacio, me fije en cada uno así los fuimos rebasando. Ninguno nos miró al cruzarnos, salvo el primero. No nos miraban a nosotros, miraban más allá. De un lado a otro iban barriendo, como un faro, con la mirada.
Estábamos cerca de la frontera, me encontré a gusto, que suerte contar con esta gente. Estos son los hombres del GAR. Y aunque estos días nos hemos hinchado a ver por todos lados el Je suis belguique, yo no. Yo soy español. Coño! , a veces da gusto.

Caida

El hartazgo. Caerse de espaldas, brazos y piernas arriba mientras notas el aire golpeándote por detrás, caes. No es un pozo, más bien un espacio en blanco, no hay paredes y sigues cayendo. No hay nada donde agarrarse solo ves  el cielo que se aleja, dios!, también es blanco!. Ni una pared cercana donde arañar siquiera para ir frenando la caída. Y sin embargo, no hay dolor. Sólo miedo, o ni eso, susto sí, miedo ya no. El problema es que no llega nunca el final, sea el que fuere, no hay suelo, no hay fondo, hasta el destino parece esquivo. Solo existe la caída. Pero hay algo extraño, la velocidad no aumenta con la caída, si me fijo, incluso parece que la gravedad deje de tirar de mi hasta notar como si estuviera flotando. Quizás sea para dar tiempo a la mente de ser consciente de la caída, ahora ya mucho más atemperada la velocidad, todo va más despacio. Sí, sigo cayendo aunque ya no parezca que haya saltado de una avioneta. Ya no me preocupa el impacto, no lo habrá. No me preocupa nada, solo la incomodidad de ese estado de ingravidez, esa falta de control del propio destino. Y del final de mi esternón sale fuego, ¿o está entrando?, lo noto pero no lo veo. Tengo piernas, tengo brazos. Los puedo mover soy consciente de mis extremidades pero ya no busco donde agarrarme, ya no braceo ni pataleo, me dejo ir. Piernas y brazos quedan colgados hacia arriba, mi columna va curvándose y una fuerza invisible tira de mi abdomen. Blanco solo blanco.

Tanto Monta y nuestro Nudo Gordiano


Estamos donde estábamos. Ante un problema serio, de difícil solución tal como están planteadas las posiciones. Los unos no quieren a los otros pero sin los otros no hay solución posible. Estamos como estábamos, ante el Nudo Gordiano.

Con el tiempo se confundió y/o fundió historia y leyenda, algo habitual en la época, el caso es que decía, que quien pudiera deshacer aquel nudo tan divinamente realizado por Gordias conquistaría Asia.

Y llegó un tal Alejandro, Magno, para más señas, que se entera de la historieta. Y para allí que se va, pues tenía entre sus planes conquistar Asia. Tras las típicas presentaciones según hacían en esa época, su anfitrión empieza a contarle como había ido eso de la elección de Gordias y de su ofrenda a Zeus. Le volvió a contar la profecía: conquistaría Asia quien pudiera deshacer aquel fantástico nudo del que cabo alguno sobresalía y… Zas!. El Magno que ni corto ni perezoso le endiña un viaje con la espada y el famoso nudo a hacer puñetas. “Tanto monta” cuentan que dijo Alejandro sin pestañear. “Tanto monta deshacer que cortar”. Y conquisto Asia.

Pasaron los años pero esa historia perduró, como suele pasar con todo lo que las vivencias tienen de lección para las sociedades. Y así fue en estas tierras donde incluso formó parte del escudo de nuestros primeros gobernantes. De los que son considerados los primeros, los que se inventaron esto de España.  Los católicos les llamaron, pero no fue eso sino aprender las lecciones que da la historia lo que les hizo, nos hizo, grandes.

Parece claro que hoy nuestros gobernantes no serán recordados por católicos. Tampoco creo que esa sea la solución. Sin embargo, no estaría de más recordasen a los clásicos. Monta tanto, que más da, cortar que deshacer. Lo importante ante un problema es, actuar. Nos lo enseño Alejandro y nos lo recordó Fernando. Ahora le toca a nuestros parlamentarios. Tenemos ante nosotros un marrón. Tanto monta

El momento, la oportunidad y el Nudo Gordiano


Las dificultades para encontrar gobernante no es algo exclusivo de estos lares, ni tan siquiera de esta época. Si nos situamos en la cuna de nuestra civilización, veremos que ya en la Antigua Grecia en ocasiones también tenían dificultades para encontrar quien les gobernara.

En aquella época jugaban con ventaja pues disponían del Oráculo. Así en la antigua Frigia, el oráculo indicaba que el próximo rey sería el primer hombre que pasara por la Puerta del este de la ciudad. Asimismo determinados pájaros debían volar de diestra a siniestra o viceversa, el vuelo de esas bestias siempre determinaba la confirmación de la profecía.  

Y hete aquí que aparece un pages que se dirigía a la ciudad, a vete tu saber qué. Pero el caso es, que no se le ocurre entrar a la ciudad por otra puerta que no fuese la Puerta del este. Y cuando todos estaban pendientes de él, aparece un pajaraco negro en vuelo rasante de derecha a izquierda que no se le ocurre otra cosa que posarse en el carro del pages. ¡Ya tenemos nuevo Rey!.

Es curioso, en la cuna de nuestra civilización, de la democracia, de nuestra cultura con todo lo que nos aportó de lógica, de raciocinio y moral. Al final el elegido rey, lo es por la oportunidad del momento mas que por los saberes que atesora. Gordias, que así se llamaba el labriego, es nombrado Rey de Frigia porque cuando nadie había, el apareció por la puerta del este y un cuervo decidió posarse en su carro.  El momento, el tiempo, resulta esencial en esto de gobernar, parece.

Gordias, tras recuperarse del sopetón que debe suponer saberse Rey quien siempre fue rudo hombre de campo, quiso agradecérselo a los dioses de la época con una ofrenda, una gran ofrenda. Así llevo al altar todo lo que tenía, que no era más que su propio carro.

Siendo como era Gordias, un hombre de campo, liberó a los bueyes y subió al altar el carro, el yugo y las flechas que era todo cuanto llevaba en su vehículo. Y siendo como era un hombre de campo ató todo junto para asegurarse como se aseguran los labriegos “tot lligat i ben lligat” .

Tal fue la maña con que realizo la atadura que todos atónitos quedaron ante su trabajo. Un nudo tan enmarañado que no se veía cabo suelto alguno por donde empezar a desatar. Un nudo tan fuerte que hacía imposible separar el yugo, de las flechas, del carro. Los que pretendieron desatarlo se encontraron con un problema de difícil solución. El nudo Gordiano.

Pero como todo, como nos ocurre más o menos ahora, con el tiempo llegaría la solución. Pero de eso hablamos otro día.