Las dificultades para encontrar
gobernante no es algo exclusivo de estos lares, ni tan siquiera de esta época. Si
nos situamos en la cuna de nuestra civilización, veremos que ya en la Antigua Grecia
en ocasiones también tenían dificultades para encontrar quien les gobernara.
En aquella época jugaban con
ventaja pues disponían del Oráculo. Así en la antigua Frigia, el oráculo indicaba
que el próximo rey sería el primer hombre que pasara por la Puerta del este de
la ciudad. Asimismo determinados pájaros debían volar de diestra a siniestra o
viceversa, el vuelo de esas bestias siempre determinaba la confirmación de la profecía.
Y hete aquí que aparece un pages que se dirigía a la ciudad, a vete
tu saber qué. Pero el caso es, que no se le ocurre entrar a la ciudad por otra
puerta que no fuese la Puerta del este. Y cuando todos estaban pendientes de
él, aparece un pajaraco negro en vuelo rasante de derecha a izquierda que no se
le ocurre otra cosa que posarse en el carro del pages. ¡Ya tenemos nuevo Rey!.
Es curioso, en la cuna de nuestra
civilización, de la democracia, de nuestra cultura con todo lo que nos aportó
de lógica, de raciocinio y moral. Al final el elegido rey, lo es por la
oportunidad del momento mas que por los saberes que atesora. Gordias, que así se
llamaba el labriego, es nombrado Rey de Frigia porque cuando nadie había, el apareció
por la puerta del este y un cuervo decidió posarse en su carro. El momento, el tiempo, resulta esencial en
esto de gobernar, parece.
Gordias, tras recuperarse del sopetón
que debe suponer saberse Rey quien siempre fue rudo hombre de campo, quiso agradecérselo
a los dioses de la época con una ofrenda, una gran ofrenda. Así llevo al altar todo
lo que tenía, que no era más que su propio carro.
Siendo como era Gordias, un hombre
de campo, liberó a los bueyes y subió al altar el carro, el yugo y las flechas
que era todo cuanto llevaba en su vehículo. Y siendo como era un hombre de
campo ató todo junto para asegurarse como se aseguran los labriegos “tot lligat i ben lligat” .
Tal fue la maña con que realizo
la atadura que todos atónitos quedaron ante su trabajo. Un nudo tan enmarañado
que no se veía cabo suelto alguno por donde empezar a desatar. Un nudo tan
fuerte que hacía imposible separar el yugo, de las flechas, del carro. Los que
pretendieron desatarlo se encontraron con un problema de difícil solución. El
nudo Gordiano.
Pero como todo, como nos ocurre
más o menos ahora, con el tiempo llegaría la solución. Pero de eso hablamos
otro día.
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