La Boira

Amanece y apenas se adivinan los viandantes desde la ventana. No hace falta vivir en un rascacielos para intentar descubrir si los bultos de ropa que se mueven por las aceras pertenecen a uno u otro genero, a una u otra raza.
Solo hace falta que aparezca la Boira. Ésta, a diferencia de la niebla común, persiste como una garrapata enganchada en la ciudad.

Cuando pensamos en nieblas nuestra imaginación viaja a lugares novelescos, el Tamesis, las colinas de Escocia, los callejones del cine negro. Sin embargo la Boira es patrimonio de una comarca llamada Terraferma.

Llega sin ofender, incluso de modo amable, consigue que el invierno deje de castigar los rostros que otros días se cortaron frente al viento del norte.

Pero a veces persiste, se queda como ese invitado a cenar que no entiende, ni pretende entender que la velada acabó.

La Boira, la garrapata. Si el perro de los Baskerville hubiera nacido en esta ciudad ya lo habrian atropellado.

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