La mala educación

Lo que podría entenderse como un maldito accidente, pasa a convertirse en un auténtico esperpento al conocer sus protagonistas.

Empieza a morirse gente esquiando, pero no, no piensen en la muerte blanca, conocida y respetada por cualquier montañero. En esta ocasión el cuerpo de la víctima no será encontrado tras el deshielo, porque esta vez no ha sido la formidable fuerza de la naturaleza la causante. En esta ocasión no hay más culpable que la mala educación.

Anacrónico, retrogrado, o incluso facha, pueden llegar a llamarte cuando pones de relieve uno de los grandes problemas que sufre nuestra sociedad. El hecho que nos ocupa llega al paroxismo cuando descubrimos, que es un profesor de esquí quien arrolló a la víctima. Quien debe enseñarnos, entre otras razones, para protegernos, es quien nos mata.

Hace unos días me comentaba un viejo catedrático, que ya se ha encontrando con profesores, filólogos, que hacen faltas de ortografía en sus clases. De acuerdo, es un ejemplo extremo, dirán algunos, pero sobretodo, es una consecuencia. Una consecuencia, de la pérdida total y absoluta de valores que impregna la sociedad española del siglo XXI y que se ceba en la enseñanza desde sus inicios. Desde el colegio actual y sus jergas: que si progresa adecuadamente, que si al niño cabrón le suspenden temporalmente el derecho de asistencia a clase, que si….Vamos, que lo de bien regular mal, ya no existe. No vaya a ser que el niño se desanime y termine necesitando una pléyade de psicólogos. ¿Dónde vamos a llegar?. Pues parece que estamos llegando.

¿Para qué sirve una buena educación?, llegados aquí, para evitar, entre otras cosas, muertes innecesarias. Y estaremos de acuerdo en que siempre será mejor llevar a los niños al psicólogo que al forense.

Decía Marco Aurelio: “Los hombres han nacido los unos para los otros; edúcales o padécelos.”. Pues eso.

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